El Vuelo

Sobre una columna que sostiene una viga de madera de mi hogar, una bella pajarita anidó y con su Amor nos inundó. Día a día traía con el pajarito hebras de la naturaleza para volver ese espacio sagradamente suave y poder envolver con que ternura a sus pichones.

Dos huevecitos calentó y al pillar y elevar sus hambrientos picos, ambos, papá y mamá, colocaron los suculentos gusanitos que en picada bajaban a buscar.

Crecieron tan rápidamente esos polluelos, que ayer, el primero de ellos se aventuró todo tembeleco a salir del nido y, antes de ese primer vuelo, estiró sus patitas cual si resortes para arriba y para abajo, para calentar sus articulaciones y ejercitar sus dos alas, antes de volar.

Voló a unos dos metros de distancia, lo que tuvo que ser como correr un kilómetro para nosotros, y vió el mundo desde otro ángulo, mientras su hermanita mas cautelosa no lo perdía de vista. Pero ocurrió que al querer retornar, se cayó y entonces mi mano lo acarició y la colocó de nuevo en su nido, del cual, ya no se movió. Parecía procesar la gran experiencia que acababa de vivir, mientras su hermanita, agitaba las alitas y hacía sus estiramientos, como calentando para lanzarse a su primera aventura de sentir lo que es volar.

Y así pasaron los minutos, hasta que ambos volaron a un árbol donde sus bellos y abnegados cuidadores les colocaban gusanitos que reforzaban la proeza de aventurarse a salir del tierno hogar, para adentrarse en uno mas grande que ofrece para sus vidas la expansión maravillosa de esta naturaleza que manifiesta la perfección de Dios en todo su esplendor.

Nacer, crecer, salir del nido y caminar a nuestro propio ritmo es un motivo de alegría y nos compete a los padres de esos pajaritos, colocar en el corazón de nuestros hijos, la certeza de que el mundo les espera para darles esa Divina consecuencia, es decir, que han de discernir sin prisa los pasos a seguir, pues los caminos, todos, legan una respuesta de cada paso que andamos en el escenario de la Vida.

Por lo tanto, la ternura del nido y el Amor nuestro les han de impulsar a sus primeros vuelos y luego las distancias ya serán de mas de dos metros, pero, siempre hemos de estar para ellos, pues ese nido que aparentemente queda vacío se prepara para dar de su paja lo que servirá para otro nuevo nido, donde brotarán otros pichones y donde Dios continuará haciendo los milagros dadores para que el árbol de la Vida continúe haciendo brotar nuevas ramificaciones, que traerán la cosecha dulce, hermosa y perfecta.

Así la Vida, entonces, nunca el nido queda vacío, siempre están nuestros brazos, nuestros besos y el corazón que palpita inventando espacios, para esos polluelos que ahora ensayan el vuelo ascendente de sus Vidas hacia un árbol repleto de gajos de flores de todos los colores, y para cuando quieran tomar un descanso, aquí esta este espacio calientito y lleno de Amor, para esos pájaros que se aventuran al hermoso juego de Vivir volando…

Leave a Comment