La reciprocidad en el hogar…

Recientemente me llegó un artículo que un buen amigo me envió y como se que no suele enviar algo que no vale la pena, lo abrí a la hora de almorzar y me motivó a escribir estas líneas, que lees hoy…

Se trata de Marcelo, un joven recién graduado quien ya tiene carro nuevo, gastos de comida cubiertos, también de apartamento, de servicios en la puerta de su hogar, de clubes, de ropa de marcas sofisticadas y no tiene ningún desafío, pues lo que desea lo tiene en un dos por tres, sin el menor esfuerzo…

Su jefe, padre sobre protector, le facilita todo a su mimado hijo y, su madre cangura, cual si adivina, antes de que Marcelo salga de su bolsita y  pida un deseo, lo tiene ya adivinado en sus manos para agradarlo… Realidad dramática que una buena parcela de jóvenes y de adultos jóvenes viven y que motiva a “Nosotros los Nobles”, película latina que perfila el guión de una familia pudiente, quien al ver que sus tres hijos llevan una vida inútil y vacía, deciden fingir la quiebra de su empresa e inesperadamente les despojan de autos, apartamentos, celulares, de tarjetas de crédito… y los ponen a trabajar, cuando nunca lo han hecho.

Como bien señala Marulanda, se les enseña a los hijos a recibir y los padres se olvidan de enseñarles a dar… y ella se refiere a que los hijos se acostumbran a recibir, exigen y el “dame”, dirige a las nuevas generaciones. Asimismo, Amaya señala la gravedad de tratar a nuestros hijos de tal manera, que aunque no se posean los medios socio económicos para dotarles de todo lo anteriormente mencionado, despojan a sus hijos de cualquier responsabilidad de aportar algo al hogar, extirpándoles esa virtud de dar y contribuir.

En la dinámica familiar de muchos hogares, se ha enquistado esa situación de que los sobre protectores padres, sin desearlo, vuelven a sus vástagos niños de papá y de mamá, lo que frena el potencial de reciprocidad, generando un desequilibrio entre el dar y recibir. “Lo que no cuesta, no se valora”, como bien decía la sabia abuela… por lo que, se vuelve trascendental hacer un giro en las actitudes que siembran patrones irresponsablemente cómodos en los niños desde su niñez, para que la cosecha sea de jóvenes que cooperen, que desarrollen su potencial creativo y que el planeta cultive adultos proactivos que sean promotores de sociedades de bienestar equilibrado donde cada Ser humano, cumpla y goce del maravilloso círculo de recibir como merecedor y de dar, como servidor.

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