En mi país, El Salvador.

Mi país, El Salvador, se vistió ahora de segunda vuelta para elegir al presidente que liderará durante los próximos cinco años. Temprano, antes de dirigirme hacia el mar, con mi familia acudí a las urnas para cumplir con mi deber ciudadano de votar…

A diferencia de la primera votación de hace apenas unas semanas, fue evidente el mayor tráfico de personas, como de autos, que se dirigían como yo, para emitir su voto… Cuando caminaba entre las aceras aledañas hacia el centro de votación, encontré toda una feria alegre de gestos y de actitudes “cacheras”, de los vendedores ambulantes que salieron a las calles aprovechando la fiesta nacional, para ofrecer las delicias de una calle que oferentemente ofrecía desde tamales, pupusas recién hechas en largas planchas que transportaron para la ocasión, mangos twist, minutas con miel de tamarindo, hasta la exquisita horchata; pero lo que les caracterizaba a todos, con quienes me encontré, era su amabilidad y sonrisa, las que salen por doquier a flor de piel en mi amado El Salvador.

A la urna donde me tocaba votar asistí sin ninguna dificultad… todo limpio, la amabilidad y seriedad, la calma y la presencia del tribunal supremo, como la de cada partido y la deferencia de los jóvenes scout que tomaban de la mano a los adultos mayores, sirviendo con su cortesía a quienes merecían ser atendidos muy especialmente, fue notoriamente grata presenciarla… y entre tanto gesto amistoso, también pude palpar en la ruta que caminé, que entre los contrincantes vestidos con sus colores y respectivos símbolos partidistas se notaba el respeto y la tolerancia, logros que aplaudo y que me parecen rasgos importantes a destacar.

Caminé observante, como retratando las sensaciones circulantes, y mientras la calle era toda una feria, salió a toda luz ese rasgo que presencié y que ha de detenernos a quienes amamos a El Salvador, y efectivamente, mi querido lector, mi querida lectora, es el rostro de la pobreza extrema la cara que ha de encarar como primera instancia y con la debida urgencia, quien dirija a mi país durante este próximo período…

En una niña que ronda aproximadamente los 13 años, quien sostenía a un bebé de unos aproximados 7 meses, habían cuatro piececitos descalzos, sus atuendos mugres, con algunas pinceladas de evidente descuido y suciedad en sus rostros, develan la oportunidad que tenemos de accionar hacia ellos con una estrategia de alto impacto, que frene al hambre y el sufrimiento de ser invisibilizados.

Ese niño de bello rostro, aunque apagado y triste, con excesivo hambre, ha de ser dignificado, amado, valorado, apoyado y rescatado. Entre sus pequeñitas manos sostenía una bolsa negra de papel plástico, “juguete” con el que se distraía mientras los excesos circulaban al lado de esa dura escena, que debe estar presente en cada hogar, como en la plataforma de gobierno como una verdadera prioridad que no sea de palabra. En mi país, El Salvador, se debe gobernar con mayor grado de consciencia, pues estas escenas reflejan por todos lados, el retrato ingrato que no puede seguirse ignorando, ni existiendo…

En mi país, ha crecido al filo de la carretera esa siembra que cada vez es más evidente y extensa, de favelas que dejan colar tras las láminas tostadas por el sol, a la lluvia que torna el piso de polvo en lodazal y en ambientes no sanos para una gran parte de la población. Revisar con consciencia dichas condiciones, como los salarios de quienes perciben menos y merecen vivir con dignidad, son imperativos que ha de tomar entre sus manos mi futuro presidente, pues no es posible hablar de desarrollo en ningún sentido, si en El Salvador, la población de los que no comen, ni beben agua limpia, ni pueden accesar a una educación y a un sistema digno de salud, entre una inseguridad que se agudiza, crece, en lugar de erradicarse.

Son las siete y treinta de la noche, de este 9 de marzo, día en el que los salvadoreños aún no sabemos quien será elegido por una mayoría como el próximo presidente de El Salvador, por lo que me adelanto y le pido a quien sea que llegue, que se quite el color de su partido, que se coloque con dignidad y sin ego, la camisa de quienes mas sufren y le necesitan, para que a partir de su elección, sea la consciencia colectiva la que dirija a la nación y no a un interés personal o partidario, que pierde el centro y el enfoque de lo que urge reconstruir y edificar.

… y para terminar, deseo elevar a Dios una oración, para que Su Divina Luz, sea la que ilumine a El Salvador.

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